1. La gente nacida después de 1975 es cada vez más tonta
El efecto Flynn explica que el cociente intelectual humano se incrementó en el pasado siglo debido a una mejor nutrición, salud y educación. Sin embargo, un estudio publicado el pasado mes de junio en la revista «Proceedings of the National Academy of Sciences» (PNAS) venía a señalar el cambio de tendencia afirmando que la sociedad se está volviendo más tonta desde 1975.
Investigadores noruegos llegaron a la conclusión de que la inteligencia de los jóvenes ha comenzado a caer al menos siete puntos por generación desde los nacidos en este año, que alcanzaron la edad adulta en los 90. Según los autores del estudio, el motivo no es una cuestión genética, sino que se debe a aspectos ambientales como determinados cambios en la enseñanza o el sacrificio del hábito de la lectura en favor de los ordenadores y las pantallas.
Estas conclusiones las sacaron después de analizar los tests de cociente intelectual de jóvenes varones noruegos que ingresaron en el servicio militar obligatorio desde 1970 a 2009. En total, se contabilizaron 730.000 pruebas.
Investigaciones anteriores habían apuntado crudamente que las personas menos inteligentes tienen más hijos, por lo que se propagan sus genes menos favorables.
Sin apuntar a una causa definitiva, el nuevo estudio sugiere que los cambios en la forma en la que se enseñan las matemáticas y los idiomas, o la preferencia por la televisión y los ordenadores a la lectura de libros pueden estar detrás de nuestra actual tendencia a la estupidez, y no factores genéticos. Sin embargo, los investigadores también señalan que quizás lo que llamamos inteligencia en la era digital ya no sea lo mismo que se creía de forma clásica, por lo que es posible que no se pueda capturar con las pruebas de cociente de inteligencia tradicionales.
2. El kilo tal y como lo conocías ya no existe
El pasado 16 de noviembre, el kilogramo tal y como la humanidad lo calculaba hasta ahora, no existe. La Conferencia General de Pesos y Medidas(CGPM), formada por más de 60 países firmaba ese día su funeral, fijado para el próximo 20 de mayo de 2019, cuando el kilo pase a medirse en base a la constante invariable de Planck y no en base a un cilindro físico, llamado «Grand K», que antes era el estándar y ahora tan solo una reliquia del pasado.
Los expertos en metrología llevaban advirtiendo durante décadas que, al contrario de lo que la lógica pueda dictar, a pesar de los esfuerzos por conservarlo intacto protegido por tres urnas y alejado del gran público, el «Gran K» ha variado de masa. En concreto, debido a razones que los científicos no consiguen explicar del todo, el IPK ha perdido en un siglo alrededor de 50 microgramos, el peso de un copo de nieve. Y, por insignificante que parezca, con el actual desarrollo de la ciencia -con las teorías cuánticas a la cabeza- y la tecnología -como el Big Data o la nanomedicina-, esta pequeña diferencia puede suponer todo un abismo.
Por ello el kilogramo se ha vuelto cuántico. Y no fue el único cambio en el Sistema Internacional de Unidades (SI): también se modificaron el amperio (en base a la carga del electrón), el kelvin (tomando la constante de Boltzmann) y el mol (según la constante de Avogadro).
«Aunque no habrá casi consecuencias para el ciudadano de a pie, resulta un tremendo cambio para la comunidad científica, ya que contará con herramientas mucho más precisas para superar los retos que nos plantean las nuevas tecnologías.Podremos avanzar mucho más rápido», señalaba para ABC José Manuel Bernabé, director del Centro Español de Metrología (CEM).
3. La Gran Pirámide de Guiza, un enorme «condensador» de energía electromagnética
Las pirámides egipcias están rodeadas de misterios y leyendas, y aún esconden secretos accesibles para el conocimiento científico. De hecho, un grupo de investigadores de la Universidad ITMO (San Petersburgo, Rusia) confirmaba el pasado mes de agosto que, bajo ciertas condiciones, la Gran Pirámide de Guiza es capaz de concentrar la energía electromagnética en sus cámaras internas y bajo la base. Estas conclusiones han sido publicadas en Journal of Applied Physics.
A través de simulaciones por ordenador, los investigadores analizaron la respuesta del enorme edificio a las ondas de radio. Así observaron que, si la longitud de onda de dicha forma de energía entra en resonancia con las dimensiones de la pirámide, esta mole de piedra actúa como un «canal» para esta forma de radiación. Los investigadores sugieren que estas observaciones y los modelos físicos empleados pueden servir para diseñar nanopartículas capaces de producir efectos similares en el rango visible del espectro electromagnético. Esto podría ayudar, por ejemplo, a desarrollar sensores y células solares más eficientes.
4. La hipótesis más terrible de por qué nunca hemos visto extraterrestres
El físico teórico Alexander Berezin, de la Universidad Nacional de Tecnología Electrónica de Rusia (MIET), proponía en mayo su propiaexplicación para nuestra aparente soledad en el Universo.
Para Berezin, el único parámetro que realmente debería preocuparnos es el umbral físico en que nosotros podríamos observar la existencia de vida inteligente fuera de la Tierra. «La única variable que podemos medir objetivamente -escribe el científico- es la probabilidad de que la vida pueda ser detectable desde el espacio exterior dentro de una cierta distancia de la Tierra». Berezin se refiere a esa probabilidad como «Parámetro A».
De este modo, si una civilización alienígena no logra llegar de alguna forma al Parámetro A, ya sea desarrollando naves interestelares, transmitiendo mensajes espaciales o por cualquier otro medio, nunca podremos verla, aunque exista.
Pero Berezin proponía un escenario mucho más sombrío. «Qué pasaría si resultara que la primera forma de vida que alcance la capacidad de viaje interestelar se dedicara, necesariamente, a erradicar a toda su competencia para alimentar su propia expansión?».
Para Berezin, esto no significa necesariamente que una civilización altamente desarrollada se dedique a borrar conscientemente otras formas de vida, sino que podría ser que ni siquiera se den cuenta de ello, «del mismo modo que un equipo de construcción destruye un hormiguero para construir un edificio».
¿Significa esto que nosotros somos las «hormigas» y la razón por la que no hemos encontrado extraterrestres es, sencillamente, porque nuestra civilización no ha sido involuntariamente destruida por alguna forma de vida inimaginablemente superior?
No. La respuesta, para Berezin es que probablemente nosotros no seamos las hormigas, sino los futuros destructores de todos esos mundos que llevamos tanto tiempo buscando. «Asumiendo que esta hipótesis es correcta -escribe Berezin- ¿qué significado tiene para nuestro futuro? La única respuesta posible es invocar el principio antrópico. Seremos los primeros en llegar a la etapa interestelar, y muy probablemente seremos los últimos en irnos».
Otras teorías
Otros fueron mñas rotundos, afirmando que los cálculos piensan que en un territorio tan extenso sería una perversión estadística que no existieran condiciones para crear vida inteligente. Pero, ¿y si esa «pequeña» probabilidad de que estemos solos fuera la correcta? Anders Sandberg, Eric Drexler y Toby Ord, investigadores de la Universidad de Oxford, así lo creen.
Entre las muchas soluciones obtenidas hasta ahora, Sandberg, Drexer y Ord valoran especialmente la conseguida recientemente por el cosmólogo Max Tegmark. Según este científico sueco, no existe razón alguna para que dos civilizaciones inteligentes se encuentren a una distancia determinada. Por lo que, y dado que la VÍa Láctea solo representa una minúscula porción del Universo observable, que a su vez solo es una pequeña parte del Universo más allá de lo que podemos ver, resulta poco probable que surjan dos civilizaciones inteligentes en el mismo Universo observable. Por lo tanto, a todos los efectos, lo más probable es que estemos solos.
5. La inquietante «araña» con cabeza de perro encontrada en la selva
El fotógrafo y científico Andreas Kay ofrece una impresionante colección de fotografías de insectos y plantas de Ecuador. Pero una de ellas llamó la atención especialmente a finales del 2018. Un periodista científico compartió una fotografía de Kay donde puede verse una pequeña cabeza de perro, mucho más pequeña que un pulgar, de color negro y con lo que parecen ser dos ojos amarillos. ¿Es una aparición? ¿El perro de los Baskerville? Las ocho patas amarillas que rodean la cabeza no dejan dudar a dudas. Parece tratarse de una araña que está jugando con los límites de nuestra percepción.
«¿Por qué evolucionó hasta adquirir ese aspecto? Definitivamente, no se sabe», escribió el periodista científico Ferris Jabr en Twitter. «Podría ser una adaptación para hacer frente a los depredadores. Quizás podría ser un ornamento usado para la reproducción. O quizás la selección natural solo quería ver la expresión de estas caras», añadió.
La imagen de la «araña» es más evidente desde otra perspectiva. El animal en cuestión tiene el nombre científico de Metagryne bicolumnata y se conoce como «opilión conejo» Se trata de una criatura descrita en 1959 por el científico Carl Friedrich Roewer. Como su nombre indica, es un opilión (orden Opiliones), un arácnido que forma parte de un orden diferente al de las arañas (Aranae).
Fuente: /www.abc.es